Podemos entender la ansiedad como un componente básico de la condición humana experimentado universalmente, pero que en ocasiones produce angustia y otras reacciones adversas, convirtiéndose en patológica y siendo necesario recurrir a tratamiento psicológico que nos permita combatir la ansiedad y superarla con éxito.
Sus causas y síntomas son una reacción emocional natural ante estímulos o situaciones en la que percibimos que algo amenaza nuestra integridad.
Como si de un mecanismo de vigilancia del organismo se tratara, nos ayuda a percibir posibles peligros y por tanto desempeña un papel protector para nosotros. Este mecanismo actúa generando una serie de cambios en nuestro organismo que nos ayudan a gestionar de forma rápida y eficaz en las situaciones en las que existen peligros.
Sin embargo, existen situaciones en que la ansiedad hace presencia en nuestras vidas y no tiene esta función adaptativa. Al contrario, se convierte en una ansiedad patológica que actúa como un mecanismo defectuoso que se activa en situaciones en las que no existen peligros reales. Es en estos casos donde encontramos los trastornos de ansiedad.
CAUSAS DE LA ANSIEDAD
Para entender la ansiedad tenemos que remontarnos miles de años cuando el ser humano tenia que afrontar peligros y situaciones que atentaban directamente contra su vida. En esa época eramos presas fáciles para otros depredadores y la ansiedad nos ayudaba a gestionar estas situaciones, porque nos permitía huir del peligro o en el peor de los casos luchar para defendernos.
En nuestro cuerpo se genera un desgaste, de ahí que todos los cambios fisiológicos que se generan tienen como objetivos prepararnos para estas dos reacciones. Tanto si luchamos como si huimos, vamos a necesitar que nuestro corazón bombee más rápidamente la sangre a las extremidades, de ahí la taquicardia. Vamos a necesitar más oxigeno de ahí que se acelere la respiración, vamos a necesitar que nuestros músculos tengan un tono muscular adecuado para correr o luchar, de ahí la tensión muscular. Vamos a necesitar que nuestro cuerpo ser refrigere de ahí que empecemos a sudar.
Son cambios coherentes y necesarios para afrontar estos peligros que atentaban contra nuestra vida, incluso hoy en día es necesario que tengamos estas reacciones automáticas cuando nos enfrentamos a peligros que comprometen nuestra integridad física, como puede ser huir si se acerca un coche fuera de control hacia nosotros.
Exceptuando este tipo de situaciones infrecuentes, los peligros que atentan contra nuestra vida son escasos ya que nuestra sociedad ha evolucionado para que no sean cotidianos. Sin
embargo nuestro sistema de alarma sigue activo y no ha evolucionado en la misma medida y se pone en funcionamiento siempre que percibimos un peligro, incluso aunque estos peligros no los podamos afrontar con la lucha o la huida.
En general, los «peligros» a los que actualmente tenemos que hacer frente son de orden social: nos genera ansiedad el «no ser suficiente», «fracasar», «decepcionar a los demás o a nosotros mismos», «que los demás no nos valoren positivamente», «tener reacciones que escapan a nuestro control», etc y para estas amenazas, las reacciones de lucha o de huida no nos valen como método para gestionar la situación.
A parte de la activación de este mecanismo de superveniencia aplicado de forma errónea, encontramos otros factores que están relacionados con su desarrollo.
Por otro lado, otro de los factores implicados en la ansiedad es el temperamento. Personas autoexigentes, perfeccionistas, con baja tolerancia a la incertidumbre y a la frustración son más propensas a desarrollar trastornos de ansiedad.